Por: Jacobo Betancur Peláez 

Los estudiantes son de la Universidad Pontificia Bolivariana y competirán contra otras universidades.

Más de seis meses antes de que el Instituto Americano de Aeronátuica y Astronáutica (AIAA) enviara las condiciones para participar en el DBF 2020, un grupo de 45 estudiantes de ingeniería de la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB) ya estaba encerrado en los laboratorios de esa universidad discutiendo los diseños de la aeronave con la que participarían de esa competencia.

El DBF, por sus siglas en inglés Design, Build, Fly, es la cita anual más importante en la que los estudiantes universitarios más brillantes de todo el planeta, que sueñan con diseñar aeronaves, compiten entre sí con el objetivo de idear desde cero los planos de un avión que sea capaz de volar cargado hasta el máximo, únicamente controlado por radio y desplegando una pancarta en el cielo.

El encuentro es tan importante que participan verdaderos pesos pesados de la ingeniería y la investigación como el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), la Universidad de Stanford y la West Virginia University. En el caso de Colombia y de Latinoamérica, la única universidad que participará será la Universidad Pontificia Bolivariana.

“Como éramos un grupo tan amplio, lo primero que hicimos fue dividirnos en siete grupos: aerodinámica, propulsión, estructura, manufactura, pruebas de vuelo, diseño asistido por computador y optimización. Cada grupo presentó una propuesta de diseño y entre todos decidimos cuál sería la configuración de la aeronave”, cuenta Manuela Montoya Rivera, estudiante de octavo semestre de ingeniería aeronáutica de la UPB.Sin la ayuda de ningún profesor, más allá de un acompañamiento al proceso, y después de estudiar cada uno de los diseños posibles, los estudiantes le apostaron a un avión tipo tándem, caracterizado por tener un ala delantera y una trasera.

Estudiantes de la UPB en el DBF
El grupo de estudiantes de ingeniería de la UPB posa junto al avión que construyeron en sus laboratorios. Foto: Esneyder Gutiérrez. Para EL TIEMPO

“Cuando conocimos la reglas del concurso, nos dimos cuenta de que en la parte del diseño era muy importante tener un avión con capacidad de buena carga paga y que fuera capaz de dar muchas vueltas. Además había una restricción en la envergadura del avión, que solo podía tener 1,5 metros. Por eso escogimos la aeronave tipo tándem, porque para nosotros era el que generaba más sustentación y nos permitía llevar más carga”, explica la estudiante Montoya Rivera.

Pero la escogencia del tipo de nave fue solo el comienzo. Alejandro Rueda Zapata, estudiante de ingeniería aeronáutica de noveno semestre, explica que el siguiente paso fue buscar artículos científicos sobre ese tipo de avión y desarrollar un código de software para diseñarlo. Una tarea que fue muy difícil, ya que son muy pocas las aeronaves que suelen usar esa configuración, lo que los obligó a trabajar más que si hubieran escogido una configuración convencional.

Según explican los estudiantes, en términos generales, la función de ese código es poder simular en un computador qué tan viable es el avión que se está construyendo y a partir de esos valores llevarlo a la realidad. El problema es que como el diseño está en construcción, los estudiantes deben crear los parámetros de evaluación y al mismo tiempo el objeto que está siendo evaluado.

Estudiantes de la UPB en el DBF
Así es el laboratorio en donde los estudiantes han trabajado por más de un año desarrollando la aeronave. Foto: Esneyder Gutiérrez. Para EL TIEMPO.

“Nosotros por medio del código vamos implementando unas ecuaciones, pero al mismo tiempo vamos analizando qué se puede hacer o que no se puede en la práctica. Cuando el comportamiento que esperamos en la aeronave no es posible, puede ser porque el código esté fallando o lo estemos implementando de una mala forma. Una buena manera de entenderlo es compararlo con una calculadora. Cuando uno en un examen digita 2 + 2 el resultado siempre es 4, pero es porque hay un código que lo dice. De igual forma nosotros tenemos que diseñar ese código. Entonces nos toca hacer el cálculo y hacer la calculadora”, explica Rueda Zapata.

Manuela Montoya cuenta que otro logro del que se enorgullecen como equipo fue el de haber logrado sortear la falta de materiales para construir el aparato, por ejemplo con unas piezas denominadas vigas circulares cuya función es soportar la estructura de las alas del avión.

A pesar de que lo recomendado era importar una viga de carbono garantizada, o al menos poder fabricarla en un laboratorio de materiales, a falta de esos recursos y valiéndose de tubos de PVC, recina y acetato lograron construir sus propias vigas circulares, creando una composición muy resistente que les permitió ahorrar recursos.

Además de demostrar que podemos poner en práctica lo que hemos aprendido en la carrera, queremos demostrar que sí es posible diseñar un avión en nuestro país

Inicialmente el DBF estaba programado para el 16 y el 19 de abril de este año, y se realizaría en la ciudad de Wichita, ubicada en el estado de Kansas en Estados Unidos. Sin embargo, la emergencia global por el coronavirus hizo que los organizadores cancelaran el encuentro hasta no tener mayor información sobre la evolución de la pandemia.

A pesar de ello, los estudiantes están buscando personas o empresas que crean en su trabajo y los ayuden a recaudar fondos para continuar con su labor investigativa y seguir construyendo sus aviones.

Por esta razón abrieron una colecta pública por internet para que cualquier persona que desea apoyarlos lo haga aportando cualquier cantidad.

Así mismo, buscan que cualquier empresa local que crea en su proyecto los apoye a través de un patrocinio y poder participar no solo en eventos internacionales, sino también en los eventos de aviación locales.

“Además de demostrar que podemos poner en práctica lo que hemos aprendido en la carrera, queremos demostrar que sí es posible diseñar un avión en nuestro país. La industria colombiana en la aviación está muy enfocada al mantenimiento, mientras que con este tipo de actividades podemos impulsar un campo que todavía está en desarrollo”, considera Manuela Montoya.


Tomado de: www.eltiempo.com

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